Acompañado de sacerdotes, religiosas, familiares y miembros de toda la comunidad diocesana monseñor Gabriel Mestre, celebró sus cinco años como Obispo de Mar del Plata con misas en Necochea y Mar del Plata.
Por la mañana del pasado viernes, el padre obispo Mestre ha elegido la Capilla del Hogar Landera para comenzar a celebrar sus cinco años de su consagración episcopal, luego de que el Papa Francisco lo eligiera para conducir la diócesis de Mar del Plata, de la que Necochea se caracteriza por ser la segunda ciudad más grande de la misma.
En la tarde presidió la Eucaristía en la Iglesia Catedral de Mar del Plata y recibió el afecto y los saludos de la comunidad agradecida por su pastoreo generoso y muy activo en toda la diócesis.
En ambas ceremonias dio gracias a Dios por su ministerio que lleva adelante “con mucho esfuerzo”, acompañando las distintas realidades de la zona, articulando con los diversos actores sociales y animando al clero diocesano a trabajar sinodalmente “por el Bien Común al fiel estilo de Jesús”.
En la Homilía de la ceremonia religiosa en la Catedral el padre obispo Gabriel, a la luz de los texto bíblicos, dijo que estos “nos invitan a reconocer la importancia y el valor de la humildad bien entendida y que nos hace bien a todos, como nos enseña Santa Teresa cuando nos invita a andar en la verdad sin creerse los mejores pero tampoco los peores, dando valor a cada gesto.
En segundo lugar resalto el tema de la gratuidad, es un gran valor evangélico que nos enseña a superar la tentación de vivir en un marco de permanente cálculo. Allí, en medio de una sociedad calculadora es necesario descubrir que Dios nos salva, nos quiere y nos llama de manera totalmente gratuita y nos invita a su banquete sin necesidad de que nosotros podamos devolverle algo.
En tercer lugar, al hacer memoria de estos 5 años de pastoreo, recuerdo dos realidades. Primero la palabra que me inspiró a pronunciar la sentencias inicial de mi ministerio, tomada de un texto del profeta Isaías que dice en el capítulo 6, “Soy un hombre de labios impuros y habita en un pueblo de labios impuros”. Reconocer la fragilidad y la debilidad que tenemos los seres humanos, y yo en primer lugar, y descubrir cómo la misión nos queda enormemente grande. La otra frase de la carta a los Efesios que anima mi lema que dice “Cristo es nuestra paz”. Descubrir que nuestra vida tiene sentido con Él, por Él y en Él, con Cristo, por Cristo y en Cristo, ya que Él es realmente la paz en nuestro corazón que nos permite llevar adelante nuestra vida, con las cosas buenas y las difíciles de uno como ser humano, discípulo y creyente del Señor tiene que asumir.
Soy inmensamente feliz de ser un discípulo del Señor, un instrumento de Dios para el bien de los hermanos”.
Al término de la ceremonia el padre obispo Gabriel saludo en el atrio a los miembros de la comunidad que se acercaron a manifestarle su afecto y agradecimiento.