Mucho más que una cuestión semántica
EL LIDERAZGO POLÍTICO NO SE PROCLAMA, SE GANA
En los últimos días “resurgió” la ex candidata a Intendente y actual Concejal, asumiendo, “de facto” la conducción de los bloques libertarios, presumiendo, quizás, que aceptaban su liderazgo. Y quedó en claro que no fue, no es y no será así.
Un acercamiento teórico a la definición y a sus consecuencias
Usualmente el liderazgo político se asocia con la capacidad que tiene una persona de mandar sobre otros y lograr que estos cumplan lo que ese líder pretende; sin embargo, no es un tema de imposiciones, sino la capacidad que tiene un político —con determinadas cualidades— de conducir, por ejemplo, un Bloque de Concejales a través de su capacidad de influencia, las propuestas que aporta y las decisiones coherentes que tome.
Es necesario que sea capaz de conectar y comunicarse con sus seguidores buscando orientarlos, movilizarlos y hacerles sentir que tienen el poder para conseguir sus metas.
Uno de los valores más complicados de definir, pero que es vital en un momento en el que se encierran en sus despachos y desconectan de la realidad. Por eso, un líder político que sea cercano, que conozca los problemas de sus conciudadanos y muestre empatía hacia ellos tendrá muchos puntos a su favor para reforzar su liderazgo político.
Debe ser persuasivo, tener la capacidad de marcar el ritmo de un proyecto de futuro y hacer que otros lo sigan y estén convencidos del objetivo y del camino para alcanzarlo, eso es persuasión
Saber trabajar en equipo, delegando funciones a otros para obtener mejores resultados y poder centrarse en otras tareas, no debe ser considerado una pérdida de poder, sino que es un rasgo que define a un líder.
Por todo esto, no es ni será una líder.
Como solemos terminar muchos de nuestros escritos. “Nada, solo eso”…





