BREVES Y CORTITAS
Robo
Mis recuerdos desaparecieron como si nunca hubiesen existido, dejando un vacío interior irreparable.
—¿Por qué? —pregunté hace tiempo, cuando intenté aferrarme a ellos.
—¿Por qué no? —me contestó el olvido.
Silencioso e impávido me los fue robando uno a uno.
Geografía básica y economía para iniciados
Primero: Villa Gesell es una ciudad de la República Argentina… Todo lo que pasa en el País en virtud de las medidas macro económicas influyen en la microeconomía y por ende sobre cada uno de los geselinos y obviamente visitantes, que por allí ya son ex visitantes.
Hacerse cargo…
Cada uno de los Concejales y Concejalas ocupan sus bancas por pertenecer a un partido político que tiene su plataforma política y toma decisiones políticas. Por ende, no pueden hacerse les boludes. Pertenecen al partido.
O sea….
No se puede ser bueno en el Distrito y malo en el orden nacional. Ni por odio defender lo indefendible.
Desde el barro…
Operadores políticos mediáticos llevan el debate necesario al barro… Y lo malo es que, quienes deben jugar en primera, entran en ese juego que es propio del descenso.
O hablando en términos boxísticos…
No se puede subir al ring a personajes que no merecen se “atendidos” por el jefe.
Presencia
El que refleja la luz del sol allí estaba, en Mardel con el presi y el colorado. ¡Un jugador de todas las canchas! Y siempre con la misma camiseta: La de Deportivo Hernán.
Sale Espert, entra Santilli…
Como diría Minguito Tinguitella “Se gual” Nada cambia…
Sobres los cambios que no son tales: Una clase de literatura y de política. Perdón por el atrevimiento.
Un representante de la nobleza siciliana, el duque Giuseppe di Lampedusa, dejó al morir en 1957 el manuscrito de su única novela, Il Gattopardo.
La acción de El Gatopardo transcurre en el sur de Italia en 1860, cuando las tropas de Garibaldi y las ideas de Mazzini parecían anunciar el colapso del orden tradicional y el advenimiento revolucionario de una nueva Italia.
El príncipe Fabrizio Salina, protagonista de la novela en cuyo escudo nobiliario se destaca la figura de un gatopardo, felino parecido a nuestro gato montés, teme el advenimiento de los nuevos tiempos y el fin de la nobleza. Se entera con horror, además de que su amado sobrino Tancredi se ha unido a los revolucionarios.
Cuando el príncipe recrimina a su sobrino, éste lo tranquiliza diciendo que la familia Salina saldrá intacta, de una manera o de la otra de la agitación reinante porque, si pierden los revolucionarios, Tancredi confía en que su tío lo protegerá y, si ganan, él estará entre los vencedores para proteger a su tío. Es entonces cuando Tancredi da a conocer una fórmula que deslumbra a Fabrizio: “Si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie”. Desde ese momento, Fabrizio y Tancredi se asocian en secreto en virtud de un pacto familiar, bien siciliano, que trasciende las circunstancias políticas en las que se hallan envueltos.
La fórmula según la cual a veces es preciso que todo cambie para que nada cambie ingresó en el análisis político, desde el libro de Lampedusa, bajo el nombre clave de gatopardismo. La multitud se entusiasma en las calles y en las plazas porque cree que todo está cambiando. En discretos salones, los entendidos saben que todo sigue igual.
O sea… No esperen luz donde siempre hubo oscuridad.
Reloj…
El reloj roto marcaba las 10,30. Lo consultaba a cada rato. Miente a cada instante, como yo – decía- menos una vez por día.
Ruego…
Pido a Dios que los personajes de mis cuentos no se vuelvan lectores. Si eso ocurriese, quedaré en la ficción hasta el fin de los tiempos.
De mal en peor…
Se colgó del cielo, después del techo y más tarde del suelo. Ahora escarba para suspenderse, eternamente, en las inmensidades del abismo.
Final…
Ni los años ni las drogas olvidaron el abandono de su amada infiel y, adicto, murió en brazos de su heroína adulterada.
Futuro…
He llegado a la conclusión de que los niños son el futuro. O sea que yo fui el futuro. Ahora cuido la ortografía y alimento mis pececitos.
Vida…
Desperté. Y me di cuenta que no había dormido.
Respuesta….
Golpearon la puerta y pregunté quien era. Me dijeron. ¡Yo!. La abrí. Y en efecto, era yo.
Nene…
¿Venís a comer?-, gritó la madre desde la habitación contigua.
-Ya termino, madre – respondió Homero -, y comenzó a escribir La Ilíada.
Novelista…
Quería escribir una novela y solo le salían cuentitos. Puteó a las musas. Entonces estas le dejaron miles de adjetivos que les sobraban.
Final…
Escribió en cada pétalo de la rosa una palabra de su relato de forma que sólo pudiera leerse deshojándola, y la última el título: “Espinas”.
Vicio…
Fumó hasta que la vida se le hizo humo.
Respuesta…
“Quien habla solo, espera hablar con Dios un día”, escribió Machado.
Desde que no estoy con vos, Dios en cualquier momento me contesta.
Llamado…
Me abrazó y me besó con ternura, como lo hacía siempre, y la desaparición del entorno fue absoluta. Los vecinos, alarmados, llamaron al 911.
Resultado…
La amó y le dedicó todo el tiempo. Ella se hallaba justo a medio camino entre su quimera y el paradigma. Pero solo fue un reflejo.
Metamorfosis…
Al dormirse era un ser excepcional y rico, cuando despertó se encontró pobre y común. Su representante legal vivió el proceso inverso.
Exitoso…
El secreto de su éxito literario era leer historias en su plato de sopa de letras, humeantes, bien calientitas.
El de 100 palabras
Jaulas
Se le habían encallado las palabras en algún pliegue extraño del cerebro. Quisiera hacer fluir historias en las que poder dotar de pasado y familia a cada personaje creado, y construir su personalidad en cientos de páginas perfectas donde las vidas, las mentiras y los deseos se cruzasen y entrecruzasen. Pero no se sentía capaz de asomarse a ese vértigo, y por eso escribía unos cuentitos estúpidos y aun así notaba que las tontas ideas tardaban en llegar, como si no quisieran ser encerradas en pocas palabras, igual que los pájaros que mueren de pena en jaulas tan pequeñas.